dimarts, 28 d’abril del 2009

Muerte de un murciano en la Habana

Muerte de un murciano en La Habana, novela con la que la escritora cubana Teresa Dovalpage quedó finalista del Premio Herralde de Novela 2006, es básicamente el relato de un muerte anunciada, la de Pío, el empresario murciano, encaprichado por Maricari, la joven cubanita que no parece estar demasiado por la labor. De hecho, la mayor parte de los monólogos que sirven como hilo conductor a la trama están enfocados como declaraciones que los principales implicados en el asunto realizan a las autoridades competentes. Se trata, por tanto de explicar el cómo, cuándo y por qué de la muerte del murciano.

Desde las primeras páginas ya percibimos, por tanto, que nos encontramos con una hábil tragicomedia costumbrista en la que humor y drama van de la mano, en perfecto equilibrio y cohabitación. La novela está repleta de situaciones divertidas pero básicamente los momentos más hilarantes las encontramos en esos monólogos a los que antes hacían referencia en los cada uno de los personajes dan su versión de las diversas situaciones o conflictos que van apareciendo a lo largo de la narración. Se trata de una historia coral en la que todas las voces adquieren idéntica importancia en el discurrir de la trama.
Destaco especialmente las intervenciones de Concepción, la madre de Maricari, porque la disfruté muchísimo. El humor reside esencialmente en las expresiones arrabaleras o típicas de la zona y en su empecinamiento en que su hija pegue el gran braguetazo. Para Concepción, Maricari es una boba absoluta y se pone de los nervios cuando ve que no responde como ella quisiera a los requiebros del murciano richachón.

Esos monólogos mezclan con frecuencia lo exterior con lo interior, es decir cuenta las cosas que han pasado o sucedido a los personajes pero también las que están pensando. Esta mixtura entre suceso contado y pensamientos u opiniones resultan también un cóctel explosivo (de diversión). Destaco en ese sentido el momento en el cual Teo va en su bicicleta, con mucha prisa, y detiene su carrera porque un acto en honor de Elián, el famoso niño que fue devuelto a Cuba, le impide el paso. Los discursos de los que participan en el homenaje se mezclan con las ganas imperiosas de hacer de cuerpo de Teo (expresadas a través de lo que está pensando en ese momento), dando lugar a una situación angustiosa pero realmente muy divertida.

Por último, los diferentes monólogos nos sirven para darnos cuenta de algo esencial y es que en realidad cada uno de los integrantes de esta deliciosa farsa son bastante ingenuos e inocentes, no sólo el murciano sino Maricari o Teo también tienen su punto de inocencia, lo cual los convierte en tremendamente desgraciados.

Una de las cosas que más llama la atención de Muerte de un murciano en La Habana es la distribución de la narración en actos y cuadros, algo que como es de suponer no obedece al feliz capricho de su autora, sino que nace más bien con la intención de hacer su particular homenaje a la zarzuela española y especialmente a una en concreto: Los Gavilanes, con la que su novela parece compartir bastantes similitudes.

Zarzuela y novela se diferencian sobre todo en el tono, mucho más tragicómico en el caso del texto de Teresa, y en el desenlace que, como consecuencia de todo lo anterior, tiene poco de final feliz y sí bastante ironía y pesimismo (¿O debo decir más bien amargor y realismo?).

De la zarzuela se toman principalmente los personajes y la trama principal. Así, el protagonista de la obra es un hombre mayor y adinerado llamado Juan el Indiano y que, al igual que Pío, se enamora de una chica joven que vive con su madre. La llegada del Indiano, al igual que la del murciano, será recibida con gran entusiasmo por los lugareños (cubanos, en el caso de la novela) ya que ven en la figura de este ricachón el remedio para salir de la miseria. De igual modo, ni Rosaura, la joven protagonista de la zarzuela, ni Maricari, la novia cubana del murciano, se muestran demasiado entusiasmadas con la idea de formar pareja estable con sus enamorados. Y también en ambas historias existe un tercero en discordia: Gustavo, un joven labrador novio de Rosaura, y Teo, un travesti que se gana la vida como Mercedes, consultora espiritual. Hasta tal punto llegan las coincidencias en personajes y situaciones que a lo largo de la narración se citan premeditadamente versos completos del libreto original.

Y como de homenajes va la cosa, tampoco el que el protagonista de la historia sea murciano resulta producto del azar o de la casualidad.
Hace algunos años, Teresa Dovalpage estuvo de viaje por Murcia y se quedó absolutamente prendada de la ciudad: del clima, la arquitectura, sus gentes, la gastronomía... Por lo tanto, a través de Pío, la autora realiza su particular deferencia a la región murciana.

Sin embargo, lo más importante de todo es que a través del humor, Teresa Dovalpage realiza además una atinada reflexión sobre la realidad cubana actual. Nos habla no sólo del turismo sexual o de aspectos más topicos o conocidos de la problemática cubana sino también de los otros cubanos, aquellos como en el caso de Maricari que nunca será jinetera pero que sin embargo por necesidad se ve formando pareja con un sesetón al que detesta o de Teo, un tipo que para sobrevivir se ve obligado a travestirse y hacerse pasar por santera.
Joseph B. Macgregor (Registrado)