divendres, 13 de juny del 2014

Entrevista a la escritora cubana Yanitzia Canetti

Entrevista a la escritora cubana Yanitzia Canetti,
     por Juan Carlos Romero Mestre , Girona


Biografia de la autora:
Graduada de Periodismo, con una maestría en Lingüística y un doctorado en Literatura Hispanoamericana, Yanitzia Canetti ha publicado más de 300 libros en varios géneros, que incluyen novelas, poesía, cuentos, teatro y especialmente literatura para niños.
Su obra ha sido traducida al inglés, italiano, portugués, croata, búlgaro, rumano, chino y otros idiomas. Como asesora literaria y editora para Houghton Mifflin Harcourt, McGraw-Hill y otras compañías editoriales, ha escrito colecciones de libros de ficción y no-ficción, así como materiales educativos para el sistema de educación bilingüe de Estados Unidos.
Ha escrito numerosos textos especializados, catálogos y reseñas literarias para periódicos y revistas de EEUU, Cuba, España, Italia, México, Puerto Rico, Venezuela y otros países.
Canetti ha traducido más de 200 libros, principalmente para niños. Sus traducciones incluyen varios clásicos de la literatura anglosajona, como Dr. Seuss, Curious George, Berenstain Bears, Amelia Bedelia, Mike Mulligan, entre otros.
Ha traducido también el libro de literatura infantil de la exprimera dama Laura Bush, Leer para creer, y más recientemente el libro de los Beatles, Yellow Submarine
Ha obtenido varios premios, entre los que destacan el Premio Nacional de Literatura La Rosa Blanca, concedido a los mejores libros publicados en Cuba (1994); Premio Nacional de Literatura en Poesía, concedido durante tres años consecutivos por el Ministerio de Educación de Cuba, 1984, 1985, 1986; Mención Honorífica en Periodismo, concedido por The National Association of Hispanic Publications, Estados Unidos, 1997; Premio Influential Hispanic 2004 (Hispanic Image Magazine 2004); Premio al Mejor Álbum Ilustrado en España (2000), por su libro para niños Completamente diferente, Premio Women of Courage (2011) otorgado por La Alianza Hispana en Massachusetts, entre otras distinciones.
En la actualidad Canetti vive en Boston y trabaja como directora editorial y asesora literaria.
Sus publicaciones incluyen: La muerte nuestra de cada vida (narrativa, CBH 2009), La vida es color de Rosa (novela, CBH 2008), Al otro lado (novela, Seix Barral, 1998), Entre la espada y la pared (poesía, CBH 2010), y literatura para niños como Había OTRA vez (Everest, 2009), Nada es lo que parece (Progreso 2011), Completamente diferente (Everest, 2000), Doña Flautina Resuelvelotodo (Edebé 2001), El niño que nunca se reía (Edebé 2006), entre otros.
La revista People en español la seleccionó en 2011 entre las “25 mujeres más influyentes del mundo”.

ENTREVISTADA por Juan Carlos Romero Mestre

¿En qué momento decidiste que querías escribir?
Yanitzia Canetti (YC): No lo recuerdo. No recuerdo que haya un momento en que decidí dedicarme a escribir, pero sí recuerdo el momento en que creí que había comenzado a escribir con una intención literaria. Fue a los 6 años y fue con algo que yo llamé “poema”. Estaba dedicado a un maestro, que por entonces era lo más parecido que había a un príncipe azul. Luego formé parte de un taller literario en la Biblioteca Nacional José Martí, y allí comencé a escribir más poemas, cuentitos y hasta novelas. Si bien nada de aquello cuenta hoy como algo medianamente publicable, la intención sí estaba y la pasión también.

¿Sentías que habías nacido con vocación literaria, cuáles son tus verdaderos orígenes en ese sentido?
(YC): No, sentí que había nacido con cierta vocación creativa tal vez, porque desde que tengo memoria, fui una niña inquieta en ese sentido. Lo que ocurrió es que al expresarme tempranamente a través de las artes: la pintura, el baile, el canto, apenas aprendí a escribir mi nombre, comencé también a explorar el mundo de la expresión escrita con ese mismo instinto creativo. Con 6 años le hice un poema a un maestro y poco después, comencé a hacer mis peninos con otros géneros. No era nada que valiera la pena, pero lograba al menos que los adultos dijeran con esa dulzura piadosa que los caracteriza ante las torpezas infantiles: “La niña tiene madera”. Y no sabes lo que me molestaba la frase. Me quedaba claro que aquello que había escrito no servía ni les gustaba, pero se suponía que debía alegrarme el hecho de que, por el camino que iba, a lo mejor un día me salía algo bueno. Lo que hizo que mis escritos cuajaran, fermentara y finalmente despuntaran como algo que la gente ya podía considerar literatura, fue la avidez con la que devoré libros durante toda mi infancia y juventud. Ahora leo menos porque la vida me ha impuesto un calendario atroz de compromisos y actividades, pero sigue siendo una fuente inspiradora para lo que luego escribo

¿Lamentas que tu vida literaria no se hubiera desarrollado en otro medio más propicio?
(YC): No, realmente no. Todos los medios me parecen propicios en algún sentido. Creo que una persona creativa no solo convierte en propicios los medios de que dispone, sino que puede crear los medios idóneos para expresarse creativamente.

¿Qué significado tiene para ti la ciudad donde has vivido la mayor parte de tu vida?
(YC): Hasta los 24 años viví en Ciudad de la Habana. Tuve que sacar cuentas para determinar que fue esa la ciudad donde viví la mayor parte de mi vida y además, la más significativa. Pero he vivido fuera de Cuba por 23 años. La Habana guarda mis juegos de niña y mis secretos de juventud, allí tuve mis primeros amigos, los primeros amores, las primeras decepciones y las experiencias que marcaron y determinaron el resto de mis experiencias de vida. La Habana estaba en todo lo que hacía, decía y pensaba. Fue el lenguaje urbano que se impregnó en mi gestualidad y en mi forma de ver el mundo. Todo lo que vino después, pasa por esa sublime y ridícula comparación con la Habana. Idealizada por la nostalgia, endiosada por la pasión, ensalzada por puro gusto, ¡y única! La singular arquitectura de Nueva Inglaterra, donde vivo hoy, no termina de convencerme porque sigo enamorada de los portales, los ventanales, los portones, los vitrales, los techos altos, las columnas, los mosaicos, las balaustradas... Y así me pasa con todo, incluida la gente, ¡nadie como mis paisanos! Esa mirada habanera de mis años de infancia y juventud lo empañan todo, incluso la Habana a la que he regresado varias veces. La Habana de hoy no es aquella Habana, es otra; a veces tan ajena como Jamshedpur o Brazzaville.

El regreso, la nostalgia, el sufrimiento causado por el deseo incumplido de regresar. ¿Tienes la obsesión del regreso a tenor de los nuevos cambios?
(YC): No, yo corté el cordón umbilical y quemé las naves cuando partí. Mi país de origen, el de mi infancia y mis vivencias, habita en mí, va conmigo a todas partes; no necesito un punto geográfico para sentirme en casa. Eso no quiere decir que no sienta una nostalgia insondable por todo lo que ya no volveré a vivir del mismo modo, aunque regresara. Posdata: lo de los “nuevos cambios”, valga la redundancia, parece un chiste.
¿En qué proyecto trabajas en estos momentos?
(YC): En varios. Trabajo en una novela masculina que por ahora lleva el título de “Al fin solos” (supongo que quienes tienen la manía de crear “generosas” etiquetas como “literatura femenina”, no tengan ningún problema en aceptar esta obra como “literatura masculina”, aunque esté escrita por una mujer). También trabajo en un poemario y en varios cuentos

Isaac B. Singer afirmaba que tenía más de 500 razones para escribir para los niños. ¿Cuáles son tus razones fundamentales?
(YC): Esas “más de 500 razones” probablemente. Y si entre esas está la de escribir para mí misma (me divierto, me gusta, aprendo, lo disfruto), para mis hijos (me encanta la cara de placer y alegría que ponen cuando invento historias para ellos) y para alegrar la vida de otros niños, creo que no necesito muchas más. En ninguna de las razones estará jamás marcarles una ruta o darles lecciones. Los adultos somos muy arrogantes cuando creemos que nos toca darles lecciones a los niños, cuando en realidad lo que nos toca es aprender de ellos todo lo que fuimos olvidando por el camino.

¿Qué objetivo persiguen tus libros infantiles?
(YC): Ninguno. No me propongo objetivos cuando escribo para niños, ni para adultos. Tengo deseos, tal vez, no sé. El deseo de compartir, de comunicarme y de amar a través de mi escritura.

Se habla de que los escritores deben cuidar y ofrecer obras depuradas utilizando recursos narrativos, ¿o encuentras bien que lo que se cuente deba hacerse tal cual se cuenta en la sobremesa?
(YC): Los escritores deben contar una buena historia y contarla bien, da igual si así de bien logran contarla en una amena sobremesa. La creación requiere cuidado, claro, es parte del interés literario de expresar con paso premeditado y lento lo que ya no se puede postergar.
No les toca a los escritores, sin embargo, pensar en hacer obras “fríamente depuradas” ni en una lección narrativa de cómo usar los recursos literarios (moraleja incluida), ¿o querrían dejar sin trabajo a los críticos y a los profesores de literatura?

¿Qué aporta la escritura y la literatura, piensas que vale todo en la literatura?
(YC): Empiezo por el final. Sí, todo se vale a la hora de hacer literatura. Pero no todos los libros publicados valen como literatura. El criterio más importante para saber que sí y que no, lo decide el tiempo, creo yo. Las obras buenas prevalecen. Las obras de bajo vuelo van quedando en el camino. Se sabe de escritores que tuvieron un reconocimiento efímero en su momento pero cuyas obras hoy nadie se atreve ni a reeditar ni a leer. Cada lector, de cualquier modo y en cualquier época, puede ejercer siempre su propio criterio de lo bueno y lo malo a partir de una definición consensuada.
En cuanto a qué aporta la escritura y la literatura, pues aporta vida. Más que expresar, realizar, entender, comunicar, yo en lo particular respiro a través de lo que leo y escribo.

¿Tiene responsabilidad social el escritor, en cuanto al hecho de ser una figura pública?
(YC): En cuanto a la responsabilidad social del escritor, pues de eso se ha comentado mucho y no tengo mucho que aportar. En lo personal, pienso que todos, escritores o no, tenemos una responsabilidad social y un deber para con las generaciones venideras. Esta responsabilidad se manifiesta, por supuesto, en las obras que creamos: pinturas, libros, composiciones musicales, etc. En ese sentido, toda expresión artística lleva implícita una manera única de interpretar la realidad en la que nos toca pensar, ser y actuar.

¿Cómo ha cambiado a la literatura el mundo de la tecnología y el e-book?
(YC): No le temo a los cambios. Me gustan. Significa que nos movemos. Lo peor es quedarnos atascados en el mismo lugar. Los formatos nuevos no deben asustarnos. Son solo soportes para nuestras creaciones. Pero entiendo ese temor a lo nuevo, donde no se tiene todo el control, donde vamos a tientas sobre un terreno desconocido en el que nos podemos perder. Supongo que lo mismo les ocurrió a los antiguos escritores en piedra cuando tuvieron que optar por un objeto más blando como el papiro o el pergamino. Y luego a estos, cuando apareció ese objeto voluminoso y compacto, atrapado en una corteza dura y cuyas páginas numeradas había que ir pasando con la mano. ¡Un objeto extraño llamado libro!
Los que tienen que apurar el paso para ir al ritmo de la tecnología son quienes han invertido por tantos años en máquinas impresoras, no sea que les pase como a muchas fábricas que producían películas fotográficas y a las que no les dio tiempo ajustarse a los cambios que imponía la aparición de la imagen digital
Pero a los creadores no debe quitarles el sueño un cambio de formatos. Si es bailarín, danzará en cualquier escenario, tangible o intangible. Si es artista plástico, pintará si es preciso sobre un lienzo de nubes. Si es escritor, escribirá en el agua si no hubiera otra manera de dejar constancia material de sus ficciones.
Adaptarse es parte de la naturaleza humana. Tal vez el escritor de hoy encuentre en los formatos digitales una manera de expresarse más ajustada a los tiempos que corren, acelerados y multidinámicos. En un mundo global competitivo y sobreestimulado, la lectura lenta de un libro largo junto a la chimenea, no parece tan realista, al menos no para los que trabajan, tienen hijos y luchan por sobrevivir en una economía avasalladora. Podemos acudir siempre, con nostalgia y deseo, a los géneros de toda la vida, pero también tenemos otros muchos géneros que enriquecen nuestras posibilidades de conectarnos con los lectores de esta generación y quizás las venideras

¿Crees que la literatura cubana a veces tiene serios altibajos?
(YC): Al no ser una estudiosa de la literatura cubana, solo una lectora común, sería audaz de mi parte hablar del tema de manera crítica y contundente. Mi opinión es que la literatura cubana es muy rica y muy diversa en un sentido, y a veces un poco “contaminada por la circunstancia colectiva” en otro. Esto último lo pienso en relación a mi generación, particularmente. Hemos bebido de los mismos libros, hemos estudiado con los mismos textos, hemos crecido viendo los mismos programas de televisión, bajo el mismo discurso y un mismo y limitado sistema de valores e ideas... De ahí que a veces lea un libro de algún autor contemporáneo cubano y me parezca que lo escribí yo o que pude haberlo escrito yo, ¡y casi con las mismas palabras! Nos hemos formado de una manera bastante uniforme, como trincheras de clones, y eso daña la creación individual de algún modo. Pero algunos han logrado “desintoxicarse” de esa circunstancia que estigmatiza tanto un modo de decir y un estilo literario. Se nutren de fuentes nuevas, intentan reencontrarse con su individualidad, re-conocerse en el tumulto de voces, marcar su territorio, des-programarse. Entonces sobresalen y marcan un camino si no totalmente novedoso, al menos singular. Pero sea un coro de voces o una voz sobresaliente, la literatura cubana me parece rica y muy particular comparada con el hacer literario de otras naciones y culturas.

¿Está de moda la literatura cubana?
(YC): No sé si está de moda, la verdad, no estoy al tanto de las modas, aunque sí tengo la impresión de que Cuba es una isla que despierta interés en personas de otros países, por su ventajosa geografía, su singular cultura, y claro está, su peculiar política. Pero la literatura no debe estar de moda ni tener etiquetas, es paradójico que un terreno tan libre se vea limitado por vallas y letreros.

¿Hay algún género más eficaz para trascribir la realidad cubana?
(YC): Creo que eso es una opinión. La mía es que sí, hay muchos géneros más eficaces que trascribir la realidad cubana, que no sería un género además.

¿Consideras que la cultura cubana tiene déficit de monografías, memorias históricas que den profundidad a esta cultura?; ¿Cómo se puede suplir este vacío?
(YC): No lo sé, con sinceridad, no lo sé. Pero, conociendo nuestra idiosincrasia antillana, me extrañaría que no existan muchos estudios y monografías, al menos, fuera de Cuba. Tal vez para el estudioso cubano no sean suficientes, pero bueno, la vida sigue, habrá que seguir investigando y ahondando en el conocimiento de nuestra cultura y literatura, como en el conocimiento en general.

¿Editora, escritora, traductora o promotora cultural?
(YC): Un poco de todo eso, y sobre todo, mamá de dos hermosos niños, amiga de mis amigos, enamorada de la vida y lectora voraz.
PD.
La entrevista fue tomada de la revista Cubaencuentro