El cubano Juan Carlos Romero Mestre (Manicaragua, 1963), médico de profesión, publica su primera novela que se debate entre el realismo puro y duro, con un enfoque social divertido y lúcido al principio, en el que La Habana y otras ciudades como Villa Clara, son el entorno donde fluye el hilo narrativo. De esta manera, consigue arrastrar a los lectores desde sus primeras páginas. Editada por VisionNet en España (2006) es, sobre todo, una obra de ficción para un lector interesado por Cuba y por la nueva novela cubana contemporánea. ¿Qué son los escalares? Son peces preciosos que viven en cautividad dentro de peceras artificiales y que al contemplarlos nos gustan, metáfora que utiliza el autor para el título de su novela. Siempre es difícil juzgar a un escritor contemporáneo y aún más difícil si pertenece a una cultura diferente, en la cual entran en juego otros parámetros. ¿En qué estarán pensando los escalares? recrea la época de los años ochenta y noventa donde un grupo de estudiantes de la escuela Lenin, cargados de sorpresas, se enfrentan a la vida después de la adolescencia en medio de pérdidas, presiones, y trastornos que conlleva una época de cambios. Quizás el éxito que pueda tener la novela se inserta en la avidez que hay de literatura cubana. Sabemos que en el contexto político cubano no resulta fácil publicar. Novela coral, escrita en primera persona, refleja una Cuba lejos de tópicos, lejos de escenarios ya trillados que han tenido quizás demasiado eco gracias a una literatura turística. Novela que se mueve en la sutil línea que separa la verdad de la ficción nos muestra las célebres "noches cubanas" y sus diferentes facetas como, por ejemplo, el juego de la botella, un juego de la época consistente en hacer girar la botella en un círculo de amigos y al que le toque el pico tiene que pagar prenda como, por ejemplo, darle un beso en la boca a una chica, bailar solo, quitarse la ropa, etc. Los "castigos" van subiendo en peligro mientras avanza el juego en medio de la música de los años 70 muy importante para las generaciones cubanas, por todo lo que tiene de evasión de la cotidianidad. La escritura de Juan Carlos Romero da la impresión de ser apresurada, casi atrapada en una especie de vértigo, como si las palabras, en lugar de buscarlas trabajosamente, surgieran por sí solas. Hay quienes le reprochan ser demasiado deshilvanado porque niega datos sobre los personajes de tal forma que no pueden entenderlos, pero es que Juan Carlos Romero no es un narrador con sobreabundancia de adjetivos, el ritmo narrativo y la pulsión sexual conducen al lector a un desenlace que se queda rondando en la memoria. Lo que empieza siendo una galería de personajes instalados en un mundo fácil avanza hacia un deterioro estremecedor. Rindiendo homenajes a la cultura francesa con unos versos de Baudelaire de Les fleurs du mal y al escultor Rodin, pues uno de los personajes de la novela es Massut, graduado en la escuela de pintura San Alejandro y dedicado a marchante de cuadros. Su primer gran golpe fue comprar una estatuilla donde machucaban ajos y descubrir que era una obra de Rodin. No hay que dejarse llevar por la aparente superficialidad del principio de la novela. A pesar de su estilo directo, el lector quizá se pierda en algunos fragmentos debido a la manera en que algunos diálogos no acotados se mezclan en la narración. Pero parte del acierto está en la forma en que el autor juega con el narrador en primera persona y así va configurando la trama como contexto para la descripción de todos los personajes. La novela que incluye a un santero con su mundo de orishas apto para los agnósticos supersticiosos, explica en la narración, que el racismo se había abolido en Cuba por decreto, pero los nuevos dirigentes, los cuales procedían de familias adineradas que se habían montado a primera hora en el tren de la revolución, continuaban siendo racistas, y sus prejuicios no se eliminaban fácilmente y menos aún con decretos. En la segunda parte de la novela, los hechos que van ocurriendo en la vida de los jóvenes atraen y conducen hacia horizontes oscuros grises y tristes. Quizás al final de la historia todo va teniendo un resultado para unos positivo y para otros demasiado triste. Durante el relato vemos a diferentes personajes que nos demuestran metafóricamente que el mayor desacierto de Cuba radica en la supresión de espacios para la literatura y el arte. La lectura de esta novela supone un rato de relax, planteando algunas reflexiones sobre la diferente visión de la vida que tenemos en Europa. Resulta gratificante la cada vez mayor presencia de la literatura cubana en nuestro país. En poco más de 250 páginas, el autor evoca una Cuba, sin florituras estilísticas, desmontando los tópicos de la actual visión europea.
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