dimecres, 12 d’agost del 2009

“Apalastado por la mierda” Pedro Juan Gutiérrez

El paradigmático narrador cubano Pedro Juan Gutiérrez nos presenta el cuento “Apalastado por la mierda”, tan deliciosamente doloroso.

ENTONCES yo era un tipo perseguido por las nostalgias. Siempre lo había sido y no sabía cómo desprenderme de las nostalgias para vivir tranquilamente.

Aún no he aprendido. Y sospecho que nunca aprenderé. Pero al menos ya sé algo valioso: es imposible desprenderme de las nostalgias porque es imposible desprenderse de la memoria. Es imposible desprenderse de lo que se ha amado.

Todo eso irá siempre con uno. Uno siempre anhelará tanto rehacer lo bueno de la vida como olvidar y destruir la memoria de lo malo. Borrar las perversidades que hemos cometido, deshacer el recuerdo de las personas que nos han dañado, quitar las tristezas y las épocas de infelicidad.

Es totalmente humano, entonces, ser un nostálgico y la única solución es aprender a convivir con la nostalgia. Tal vez, para suerte nuestra, la nostalgia puede transformarse de algo depresivo y triste, en una pequeña chispa que nos dispare a lo nuevo, a entregarnos a otro amor, a otra ciudad, a otro tiempo, que tal vez sea mejor o peor, no importa, pero será distinto. Y eso es lo que todos buscamos cada día: no desperdiciar en soledad nuestra vida, encontrar a alguien, entregarnos un poco, evitar la rutina, disfrutar nuestro pedazo de la fiesta.

Yo estaba así todavía. Sacando todas esas conclusiones. La locura merodeaba y yo la eludía. Había sido demasiado en muy poco tiempo para una sola persona, y me fui un par de meses de La Habana. Viví en otra ciudad haciendo unos negocios, vendiendo un refrigerador de uso y otras cosas, y a la vez y viviendo con una muchacha loca -loca en estado puro, sin contaminaciones- que estuvo presa muchas veces y tenía el cuerpo lleno de tatuajes. El que más me gustaba era uno que tenía en la ingle izquierda. Era una flecha indicando su sexo y un rótulo que decía solamente: BAJA Y GOZA. En una nalga decía: SOY DE FELIPE, y en la otra: NANCY TE AMO. En el brazo izquierdo, con grandes letras le habían grabado: JESÚS. Y en los nudillos de los dedos tenía corazones con iniciales de algunos de sus amores.

Olga apenas tenía veintitrés años, pero había llevado una vida demasiado desenfrenada, con mucha marihuana, alcohol y sexo de todo tipo. Alguna vez tuvo sífilis pero ya la tenía bajo control. Resistí un mes con ella porque era divertido. Vivir en el cuartucho de Olga era como estar metido dentro de una película pornográfica. Y aprendí. Aprendí tanto en aquel tiempo que tal vez algún día escriba un Manual de Perversiones.

Regresé a La Habana, con dinero suficiente como para no trabajar un buen tiempo, y me encontré con Miriam aterrada: «¡Piérdete. Ya él se enteró y te está buscando para matarte!» Ella estaba amoratada y con una herida en la ceja izquierda. Al tipo lo soltaron a los tres años. No cumplió la condena de diez. Y en cuanto llegó al solar sus amigos le dijeron lo de Miriam y yo. Por poco la mata a golpes. Después se buscó un puñal de matarife y juró que no iba a parar hasta que me partiera el hígado.

Ese negro era peligroso, así que mejor me perdía del barrio de Colón hasta que se le pasara la rabia. Pero no tenía dónde meterme. Fui a casa de Ana María. Le conté mi historia y me dejó dormir allí, en el piso, unas cuantas noches, pero en realidad yo interrumpía su romance con Beatriz. En la oscuridad las escuchaba haciéndose el amor y jugando a que Beatriz era el macho, y todo eso me erotizaba mucho y me la meneaba, hasta que una noche no pude resistir y me fui con mi pinga parada y durísima hasta la cama de ellas, encendí la luz y les dije: «¡Arriba, a gozar los tres ahora!»

Beatriz se había preparado para un asalto así. Metió la mano abajo de la cama y sacó un trozo de cable eléctrico muy grueso, de esos que tienen un forro de plomo, y se me lanzó arriba como una fiera: «¡Ésta es mi jeva, maricón, a singarte al coño de tu madre!» No sabía que una mujer pudiera ser tan fuerte. Me golpeó salvajemente. Me destrozó los labios y los dientes, me partió la nariz y me dejó en el suelo, aturdido por los cablazos que me asestó en la cabeza. Medio inconsciente escuché los gritos de Ana María pidiéndole que me dejara ya. Después me arrojaron un poco de agua fría en la cara y me arrastraron hasta el pasillo del edificio. Allí me dejaron tirado y cerraron la puerta. Beatriz repetía: «Hijoputa y mal agradecido. No se puede ser bueno con nadie, Ana María, con nadie.»

Estuve abandonado allí un buen rato. No tenía fuerzas para levantarme y también me dolían las costillas y la espalda. Al fin me decidí y logré ponerme en pie. Si Beatriz aparecía de nuevo en la puerta y me veía allí aún, me atizaría de nuevo, sin compasión. Era más fuerte y más tosca que un camionero. Fui caminando por Industria y me tiré en un banco en el parque de La Fraternidad. La gente creía que yo era un borracho y me registraban los bolsillos para robarme. Cada media hora me registraba alguien, pero yo había escondido mi dinero dentro de unos libros en casa de Ana María.

Cuando amaneció fui al hospital de emergencias. Me curaron un poco. No tenía ni un centavo arriba y era muy pronto para tratar de recoger lo mío en casa de Ana María. Mejor esperaba unos días.

Ya estaba lo suficientemente apaleado, sucio, barbudo y desesperado como para pedir limosnas. Fui hasta la iglesia de La Caridad, en Salud y Campanario, me senté en los escalones de la puerta, me quedé con mi cara de hambre y desamparo, y extendí la mano. De poco sirvió. Todas las limosnas se las daban a una viejita que ya estaba allí. Tenía una imagen de San Lázaro y una cajita de cartón con un mensaje de que hacía aquello para una promesa. Cuando cerraron la iglesia, ya de noche, sólo tenía unas pocas monedas, y un hambre desesperante. Llevaba más de veinticuatro horas sin comer nada.

Pedí algo de comer en alguna casa, pero la hambruna era fuerte. Todo el mundo pasaba hambre en La Habana en 1994. Una negra vieja me dio unos pedazos de yuca y cuando me miró a los ojos me dijo:

-¿Por qué estás así? Tú eres hijo de Changó.

-Y de Ochún también.

-Sí, pero Changó es tu padre y Ochún tu madre. Rézales, hijo, y pídeles. Ellos no te van a dejar abandonado.

-Gracias, abuela.

Así estuve unos cuantos días hasta que se me quitaron los dolores. Recogí en la calle un pedazo de hierro, me lo escondí en el pantalón, debajo de la camisa, y salí para la casa de Ana María. Era media mañana y calculé que Beatriz estaría trabajando.

Toqué y me abrió Ana María. Fue a tirarme la puerta en la cara pero lo impedí con el hierro. Empujé y entré. La aparté a un lado, empezó a gritar y salió corriendo a buscar un cuchillo en el fregadero.

-Oye, Ana María, cálmate. Yo no voy a hacer nada. Voy a recoger una cosa que se me quedó y me voy.

-Aquí no se te quedó nada. ¡Vete, vete! ¡Todos los hombres son iguales, abusadores! Si Beatriz estuviera aquí te partía el pescuezo, maricón. ¡Vete!

Ya yo tenía el libro en la mano, lo abrí y allí brillaba resplandeciente mi dinero. Me lo guardé en el bolsillo y me fui. Ella se calló de repente y yo intenté desaparecer rápido. Si le daba por gritar que me agarraran, que yo le había robado, entonces sí estaba frito.
Lo primero que hice fue comprar una botella de ron. Hacía mucho tiempo que no me daba un trago. Fui a la casa de un conocido, le compré el ron. Era de contrabando, caro, pero bueno. Abrí la botella y nos dimos unos tragos. Me preguntó por qué estaba tan jodio y le conté algo. No mucho.

-¿Por qué no te pones a cuidar algún viejo, acere? Ahí al doblar hay un viejo inválido que vive solo. Tiene como ochenta años y es un tipo difícil y cascarrabias, pero con paciencia tú lo controlas. Se le murió la mujer hace un par de meses, y se va a morir de hambre y de churre. Cuélate allí con él, lo cuidas, le quitas la mugre y le buscas un poco de comida y cuando se muera te quedas con la casa. Vas a estar mejor que en la calle.

Terminamos la botella. Le compré otra y me fui a ver al viejo. Era un tipo duro. Un negro muy viejo. Destrozado pero no destruido. Vivía en San Lázaro 558, y se pasaba el día sentado silenciosamente en su silla de ruedas, asomado a la puerta, mirando el tráfico, respirando el hollín del petróleo y vendiendo cajas de cigarrillos un poco más barato que en las tiendas. Le compré una. La abrí y le brindé, pero no me aceptó. Le brindé ron y tampoco quiso. Yo tenía buen humor. Ya con un poco de dinero en el bolsillo, una botella de ron y una caja de cigarrillos el mundo empezaba a cambiar de color. Le comenté esto al viejo y estuvimos hablando un buen rato. Yo tenía media botella de ron adentro, y eso me ponía conversador y jocoso. Después de una hora y unos cuantos tragos (al fin aceptó beber conmigo), el viejo me dio una pista: había trabajado en teatro.

-¿En cuál? ¿En el Martí?

-No. En el Shangai.

-Ah, ¿y qué hacía allí? Dicen que era de mujeres encueras y eso. ¿Es verdad que lo cerraron enseguida, al principio de la Revolución?

-Sí, pero yo no trabajaba allí hacía tiempo. Yo era Supermán. Siempre había una cartelera para mí solo: «Supermán, único en el mundo, exclusivo en este teatro.» ¿Tú sabes cuánto medía mi pinga bien parada? Treinta centímetros. Yo era un fenómeno. Así me anunciaban: «Un fenómeno de la naturaleza… Supermán… treinta centímetros, doce pulgadas, un pie de Superpinga… con ustedes… ¡Supermán!»

-¿Usted solo en el escenario?

-Sí, yo solo. Salía envuelto en una capa de seda roja y azul. En el medio del escenario me paraba frente al público, abría la capa de un golpe y me quedaba en cueros, con la pinga caída. Me sentaba en una silla y al parecer miraba al público. En realidad estaba mirando a una blanca, rubia, que me ponían entre bambalinas, sobre una cama. Esa mujer me tenía loco. Se hacía una paja y cuando ya estaba caliente se le unía un blanco y comenzaba a hacer de todo. De todo. Aquello era tremendo. Pero nadie los veía. Era sólo para mí. Mirando eso se me paraba la pinga a reventar y, sin tocarla en ningún momento, me venía. Yo tenía veintipico de años y lanzaba unos chorros de leche tan potentes que llegaban al público de la primera fila y rociaba a todos los maricones.

-¿Y eso lo hacia todas las noches?

-Todas las noches. Sin fallar una. Yo ganaba buena plata, y cuando me venía con esos chorros tan largos y abría la boca y empezaba a gemir con los ojos en blanco y me levantaba de la silla como si estuviera enmariguanado, los maricones se disputaban para bañarse con mi leche como si fueran cintas de serpentina en un carnaval, entonces me lanzaban dinero al escenario y pataleaban y me gritaban: «¡Bravo, bravo, Supermán!» Ése era mi público y yo era un artista que los hacía felices. Los sábados y domingos ganaba más porque el teatro se llenaba. Llegué a ser tan famoso que iban turistas de todas partes del mundo a verme.

-¿Y por qué lo dejó?

-Porque la vida es así. A veces estás arriba y a veces estás abajo. Ya con treinta y dos años más o menos los chorros de leche empezaron a reducirse y después llegó un momento en que perdía concentración y a veces la pinga se me caía un poco y de nuevo se paraba. Muchas noches no podía venirme. Yo estaba ya medio loco porque fueron muchos años forzando el cerebro. Tomaba bicho de carey, ginseng, en la farmacia china de Zanja me preparaban un jarabe que me daba resultado, pero me ponía muy nervioso. Nadie se imaginaba lo que me costaba ganarme la vida así. Yo tenía mi mujer. Estuvimos juntos toda la vida como quien dice, desde que yo llegué a La Habana hasta que ella se murió hace unos meses. Bueno, pues nunca pude venirme con ella en esa época. Nunca tuvimos hijos. Mi mujer jamás vio mi leche en doce años. Era una santa. Ella sabía que si templábamos como Dios manda y yo me venía, por la noche no podía hacer mi número en el Shangai. Yo tenía que acumular toda mi leche de veinticuatro horas para el espectáculo de Supermán.

-Tremenda disciplina.

-O tenía esa disciplina o me moría de hambre. No era fácil buscarse la jama en esa época.

-Ahora es igual.

-Sí, al que nace para pobre, del cielo le cae la mierda.

-¿Y qué pasó después?

-Nada. Me quedé en el teatro un tiempo más, haciendo rellenos, monté un numerito con la blanca rubia y a la gente le gustaba. Nos anunciaban como «Superpinga y la Rubia de Oro, los más gozadores del mundo» Pero no era igual. Ganaba muy poco con eso. Después me fui con un circo. Hice de payaso cuidaba los leones, hacia de hombre base con los equilibristas. De todo un poco. Mi mujer era costurera cocinaba. Estuvimos muchos años en eso. En fin, la vida es del cara;¡o. Da muchas vueltas.

Nos tomamos la botella. Me dejó quedarme allí esa noche y al día siguiente le conseguí unas revistas porno. Supermán era un mirahuecos profesional. El único tipo en el mundo que se había ganado la vida mirando templar a los demás. Habíamos congeniado bien y pensé que le daría una alegría con aquellas revistas. Se puso a hojearlas.

-Están prohibidas hace treinta y cinco años. En este país por poco prohíben hasta reírse. A mí me gustaban. Y a mi mujer también. Nos gustaba hacernos pajas mirando estas blancas rubias.

-¿Ella era negra?

-Sí. Pero una negra fina. Sabía coser y bordar, y trabajó de cocinera en casa de gente rica. No era una negra cualquiera. Pero me seguía la corriente. En la cama era tan loca como yo.

-¿Y ya no te gustan estas revistas, Supermán? Quédate con ellas, te las regalo.

-No, hijo, no. ¿Ya para qué?… Mira.

Se levantó una pequeña manta que le cubría los muñones. Ya no tenía pinga ni huevos. Todo estaba amputado junto con sus extremidades inferiores. Todo cercenado hasta los mismos huesos de la cadera. Ya no quedaba nada. Una manguerita de goma salía del sitio donde estuvo la pinga y dejaba caer una gota continua de orina en una bolsa plástica que llevaba atada a la cintura.

-¿Qué le pasó?

-Azúcar alta. Se fueron gangrenando las dos piernas. Y poco a poco me las fueron amputando. Hasta los cojones. ¡Ahora sí soy un tipo descojoncido! Ja ja ja. Antes era un tipo encojonao. ¡El Supermán del Shangai! Ahora estoy jodio, pero a mí que me quiten lo bailao.

Y se reía con deseos. Nada irónico. Me llevaba bien con aquel negro duro y viejo que sabia reírse a carcajadas de sí mismo. Eso es lo que yo quiero: aprender a reírme a carcajadas de mi mismo. Siempre, aunque me corten los huevos.





Datos vitales

Pedro Juan Gutiérrez (Cuba, 1950), vendedor de helados y periódicos desde los once años. Soldador (zapador) durante casi cinco años. Instructor de natación y kayaks. Cortador de caña de azucar y obrero agrícola de 1966 a 1970. Técnico en obras de construcción, dibujante técnico. Periodista y locutor de radio y televisión. Pintor, escultor, poeta visual. Tiene varios libros de poesía publicados. Es autor de Trilogía sucia de La Habana, El rey de la Habana, Animal tropical, Nuestro G. G. en la Habana.

dijous, 6 d’agost del 2009

CUBA: UN PUEBLO DESCONOCIDO.

Por Asdrúbal Caner Camejo

Representante del PSC

en CanadáPinceladas de Cuba - Miembro de Cuba Blog

En el artículo anterior (“Aves de mal agüero: medidas difíciles y nada gratas”) hable del pueblo de Cuba, como un pueblo desconocido. Claro que no me refiero a todo el pueblo, sino a aquellos que nacieron, se criaron y se educaron bajo un sistema verdaderamente abominable de formación de niños y jóvenes, la mayoría de los cuales se desarrollaron lejos de sus familias, en instituciones creadas para esos fines perversos, de destrucción de los valores y principios sobre los cuales durante más de doscientos años, se erigieron decenas de generaciones en el seno de las familias cubanas. Son los niños institucionalizados, los llamados sin familia. Tampoco diría que son todos, pero sí una parte significativa.

Recuerdo mi estancia en Miami como el inicio de ese súbito sentimiento. El viejo exilio casi no entendía el lenguaje de los recién llegados, ni su comportamiento, ni la falta de ética frente a la hospitalidad que sus familiares les brindaban: creían que podían vivir sin trabajar, a expensas de la familia por seculo seculorum.

Esta actitud llevó a las familias del exilio, a no querer saber nada de esos nuevos “exiliados”.

Y es que, el pueblo de Cuba vive totalmente enajenado. No sabe cómo se vive en el exterior y, piensan que todos somos ricos, porque así lo ven en las películas americanas. Para ellos, los dólares los producen los árboles y, están caídos en el suelo por todas partes, como las hojas del otoño. Y piden, piden y piden cada vez más.

No tienen ni la más remota idea de que, el 98% de los exiliados, son trabajadores, que tienen que trabajar muy duro para sostenerse ellos y sus familias. Y que cuando mandan dinero, están mandando parte importante de sus ahorros para el futuro.

El exilio ha visto con ojos asombrados, como esos “muertos de hambre”, salían a comprar motos, computadoras, videos, celulares y más de 300 mil ya han pasado por los hoteles de lujo de la Habana, Varadero y otras partes del país.

¿Son realmente muertos de hambre o son una horda de vividores del esfuerzo ajeno?

Cuando los familiares del exilio van a Cuba, deseosos de ver a los suyos, les sacan hasta el último centavo, sin sonrojo ni penas. Después vendrá la parte más amarga: pagar miles de dólares de sus tarjetas de crédito, saqueadas sin escrúpulos por personas que, en realidad, no quieren a nadie, como dice la canción.

Son muy pocos los padres, madres, abuelos y hermanos del destierro, que reciben una simple tarjeta de felicitación por sus cumpleaños, o por el día de los padres o madres. No una tarjeta: una simple y sencilla carta deseando felicidades y preguntando por la salud de sus seres desterrados.

Muchos de esos familiares desterrados, que han ayudado a los que quedaron en Cuba, se han muerto prácticamente solos y en la miseria, sin recibir nada de aquellos que fueron ayudados.

Cuando uno observa con detenimiento a ese pueblo, a esas personas, uno se da cuenta de cuan desconocidos son ellos y, se pregunta… ¿A dónde fue a parar la decencia, la delicadeza, la gentileza, la educación y los sentimientos de familia, los lazos de la amistad y los principios de la educación sentimental de esas personas? ¿Que ha pasado con la vergüenza, la conducta honrada, la compasión y el orgullo del cubano?

Pero no es sólo en el campo familiar: es simplemente en todos los campos de la vida. Hay un gran desprecio por el prójimo, por su comunidad y por su sociedad.

Ese es el hombre nuevo, un lobo solitario del sálvese el que pueda. Un individuo ignorante, vulgar, inmoral y de muchas caras, todas despreciables. Eso explica que muchas madres y padres, se sientan orgullosos de que sus hijas sean “jineteras” (prostitutas), todo porque llevan a la casa el dinero de su infamia. Es la bajeza como Escudo de Armas



Cuando llegan al exilio- como los casos de Dashiell Torralba y el último de Yotuhel Montané, incluyendo a los que se dedican al narcotráfico y los fraudes al Medicare – no se adaptan a la vida honrada y de trabajo. Buscan el dinero fácil y rápido, sin sacrificios ni tardanzas. Y se convierten en miserables, ratones, que tratan de vivir de los otros. En ellos, el robo, la avaricia y la “Dolce Vita”, son pergaminos de la honra.

Como escriben los periodistas independientes, ese ser desconocido no puede ver el bienestar y la felicidad de otra persona. Trata por todos los medios, de hacerle la vida imposible. Se vive de la envidia y por la envidia, del hacer mal por hacer mal. Hay un rencor profundo contra el vecino.

Ese es el mismo individuo que va a las concentraciones “revolucionarias”, a mover las banderitas y a gritar viva Fidel, y luego sale a preparar los robos que le permitirán vivir con la otra cara. No existe la conciencia ciudadana y una cultura cívica, que los empuje a luchar a cara descubierta por sus libertades y derechos. Hay un grupo muy reducido de ese pueblo, que tiene la vergüenza, los principios y el coraje para luchar no sólo por ellos, sino por todos los cubanos. Ellos son los reales héroes de la sociedad cubana.

El sistema castrista no solamente ha creado a este bochorno de individuo, sino que le ha educado en el miedo, la obediencia y la servidumbre. Las armas para crear a semejante individuo, son el hambre, la represión, el terror, las mentiras y la más absoluta desinformación.

Un futuro democrático en Cuba, tendrá que arar con esos bueyes.
Asdrúbal Caner Camejo

Representante del PSC

en CanadáPinceladas de Cuba - Miembro de Cuba Blog

dijous, 30 de juliol del 2009

algunos juanes de Rulfo por Jorge Enrique Adoum

Algunos Juanes de Rulfo

¿Lo llamaban realmente así en Sayula y en San Gabriel no siendo aristócrata y

cuando era niño todavía?

¿Lo inscribieron con ese nombre cuando lo mandaron a la escuela de

Guadalajara?

Y al pasar lista ¿decían cada día "Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo

Vizcaíno", a lo que él respondía simplemente "Presente"?

("Me apilaron todos los nombres de mis antepasados paternos y maternos,

como si fuera el vástago de un racimo de plátanos, y aunque siento preferencia

por el verbo arracimar, me hubiera gustado un nombre más sencillo".)

O sea que El llano en llamas pudo estar firmado por Carlos Pérez y Pedro

Páramo por Nepomuceno Vizcaíno.

Pero lo cierto es que cuando en su baraja onomástica él escogió llamarse Juan

Rulfo (lo que era casi un seudónimo porque "lo de Rulfo lo tengo de María

Rulfo Navarro que se casó con mi abuelo materno")

él ignoraba -como ignora tantas cosas de sí mismo- que era el nombre que iba

a darse la literatura latinoamericana para despertar de su siesta tropical.

¿Y por qué no Juan Pérez, por ejemplo, como se llaman todos a veces

(todos quiere decir esas personas a quienes apenas les clarea el alba y ya son

hombres. Como quien dice, pegan el brinco del pecho de la madre al azadón)

o Juan sin Tierra, no por rey ni por inglés, ni porque se hubiera rebelado contra

el padre o hecho asesinar a sobrino alguno, y ni siquiera por habernos dado

una suerte de Carta Magna de las libertades de lo imaginario, sino porque no

hay tierra en su suelo ("Nací en el estado de Jalisco. Es un estado muy pobre

[...] la tierra está destruida. A grado tal que en ciertas regiones ya no hay tierra

[...]. Y esa zona tiende a desaparecer")?

O también Juan sin Nadie ("A mi padre [...] lo mataron una vez cuando huía

[...], a mi tío lo asesinaron, y a otro y a otro [...] y al abuelo lo colgaron de los

dedos gordos y los perdió [...] todos morían a los treinta y seis años") como a

quien se le siguen muriendo todos en América Latina en esta larga guerra tonta

de gobiernistas y cristeros. ("Cuando murió mi mamá me metieron en un

orfanato que parecía correccional". Y era difícil crecer sabiendo que la cosa

donde podemos agarrarnos para enraizar está muerta.)

O Juan Todos porque en el mapa oral de sus quince cuentos y de su novela

una, las voces se mezclan, se cruzan, se enredan, se confunden,

irreconocibles, colectivas,

es una población entera la que habla, cuando habla, para decirse cómo se

fueron hundiendo para adentro o cómo se les fue cayendo el alma y otras

historias igualmente agradables

que se cuentan en voz baja y acostados los que, como si fueran a hacer el

amor, van a estar mucho tiempo enterrados.

Juan Solo en medio de quienes lo admiran, lo quieren, lo rodean, lo protegen,

lo exhiben para placer de los demás, como quien comparte una alegría rara,

más bien única, con los que saben y con los que creemos que saben

(yo recuerdo una noche/ en un departamento de París -quien lo arrendaba ha

muerto-/ somos pocos los latinoamericanos/ quizás ocho, digamos once o diez/

hay algunas ¿demasiadas? parejas de franceses/ cada vez que entra una de

ellas él se levanta ["Presente"/ otra vez niño en el orfanato/ presentándose

"Juan Rulfo a sus órdenes"]

y las parejas tocándole apenas la punta de los dedos/ sin oírle el nombre/ sin

saber quién es Pedro Páramo y menos aún que ya es un mito/ sin saber quién

es Juan Rulfo y menos aún que era ya una leyenda/

porque no tiene facha de exiliado/ no es folklórico/ es atípico/ no es exótico/

por ejemplo no es cetrino/ y tiene los ojos azules y el fino cabello claro/

y sobre todo porque había whisky vino y bocadillos en la mesa/

y yo preguntándome ¿qué tal, si en la prisa que llevan como buenos franceses

invitados al abrevadero, él los hubiera detenido diciéndole a cada uno "Juan

Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno a sus órdenes"?

Pero eso es imposible en Juan Callado, ese que ha mascado ya todas las

palabras del idioma para dejar salir las que valen la pena y solo esas [porque

es "como el campesino de Jalisco... Su vocabulario es muy escueto. Casi no

habla, más bien"],

imposible en Juan Lacónico por hablado y a brazo partido por escrito ["Trataré

de defenderme del barroquismo por todos los medios a mi alcance"], Juan sin

Miedo al vacío).

Juan Ausente ("durante la construcción de una presa gigantesca [...]. Se

trataba de obtener de unas veinte comunidades indígenas que ya no cultivaran

la tierra con el sistema tradicional de quemar los montes [...]. Estuve dos años

allí. Y sabía de qué se trataba. Pero escribir un informe para mí es muy difícil.

No tengo visión de reportero. No puedo escribir sobre lo que veo, lo que

observo"),

por eso no se ve nada en su novela, es oral, se oye todo en ella: el galope del

caballo fantasma, las puertas que se cierran sobre el recién llegado, el caer de

la polilla, el bisbiseo brusco de un incesto que se lava la cara con la ternura

ajena, el gozo de la mujer deseosa suplantando a la deseada en su noche de

bodas porque la luna estaba brava, y el agua suena plas plas y otra vez plas,

en mitad de una hoja de laurel,

novela susurrada en medio del colérico vocerío latinoamericano, murmullo

subterráneo, cuento casi duro, amoroso casi, seco de lágrimas, contado al oído

en la lengua de los indios que suena como un arroyo intermitente golpeándose

contra los dientes

y en la que los adjetivos caen, como sobre una sábana de arena templada,

sobre la gente y la tierra cuarteadas por la miseria y la canícula

como la primera lluvia aliviadora en la parte de arriba del tiesto de Comala.

Juan Secreto con su pequeño misterio a voces ("Estas cosas que estoy

escribiendo ahorita ... son una serie de historias, cuentos también, y una novela

corta. Era una historia precisamente recogida en La cordillera que ya la tiré.

Pero algo se salvó de allí. Sí... Es un relato largo. Más bien una novelita, una

novela corta"),

confesándonos luego, Juan Travieso, que "eso de La cordillera son cosas que

les digo a los periodistas para que me dejen tranquilo".

(¿Habrá pensado alguna vez en la suerte que tuvo Rimbaud, cuando dejó de

ser el mocoso insolente de la poesía, porque no había periodistas, víctimas

inocentes de su oficio que les hace emplear a veces el mismo procedimiento de

las maestras de escuela y de los comisarios de policía,

y no había esos coloquios, encuentros, congresos de escritores en los que

nunca falta alguien que lo acosa, él también, con preguntas,

como si hubiera sido o fuera un becario de la sociedad o mandatario de sus

lectores que le piden cuentas acerca de lo que ha estado haciendo después de

lo que hizo?),

Juan Intacto no solo tras El llano en llamas sino incluso después de Pedro

Páramo ("Este librito no creo que tenga calidad. Son los lectores los que se la

han dado"),

Juan Integro en su silencio honrado ("Lo malo es que cuando un libro tiene

éxito de venta los editores obligan a su autor a que escriba sin que interese

mucho la calidad"),

Juan Discreto que habría podido darnos dos, tres, cuatro novelas -¿siempre la

misma, como se sabe?- antes de encontrar la única ("Yo tenía ya la idea... pero

me faltaba la clave". "Intentaba explicar..., no sugería las cosas..., explicaba por

qué razón. Y cuando noté que todos esos materiales sobraban, entonces

agarré unas tijeras y fui quitando todas las explicaciones y las cosas racionales

que había..."),

y "lo racional" sobrante eran más de trescientas páginas o sea que debió

romper, cortar, desgarrar, quemar con unas tijeras para llegar completo al fin

de su camino

como si Juan Severo hubiera decidido comenzar por el último libro y quedarse

allí, monumento a sí mismo, estatua de poesía,

Juan Lazarillo que nos conduce por la topografía del infierno -un infierno no

peor que éste, en fin de cuentas, porque en ese uno puede ser acogido por

Eduviges Dyada, o haber conocido a Doloritas, o haber quizás amado a

Susana de San Juan, o haber vengado a los pobres desmoronando el montón

de piedras que fue el final del cacique-,

o por el secreto cementerio donde las almas se encuentran, se conversan, ya

no temen recordar, siguen amando, y de cuya última página salimos con la

sensación de haber perdido algo como el paraíso, es decir el lugar natural para

vivir toda la muerte y a cuya primera página volvemos solo para imaginar que

moriremos de nuevo.

"Tuve alguna vez la teoría de que la literatura nacía en Escandinavia, en la

parte norte de Europa, y luego bajaba al centro, de donde se desplazaba a

otros sitios".

Y nosotros, ¿no tuvimos acaso la sensación, casi teoría, de que nuestra novela

nacía en Comala, en la parte norte de América Latina, y luego bajaba al centro,

de donde se desplazaba a otros sitios?

y la creaba Juan Tácito (recaudador de rentas, agente de inmigración,

empleado de publicidad, funcionario de un programa de riego para las zonas

áridas, guionista de películas comerciales, funcionario del Instituto Indigenista

porque "La cosa principal de mi vida es conseguir trabajo para sostener a mi

familia, ya que mi mujer y mis hijos tienen la costumbre de comer todos los

días",

ese que dice "Nunca tomé la literatura muy en serio como para dedicarle a ella

todo el tiempo", "Escribo cuando me viene la afición [...] como un vez me dio

por la fotografía",

sabiendo, Juan "Aficionado" -pero ¿lo sabe realmente?-, que sobre cualquier

cosa que escriba nos abalanzaremos como si nos hubiéramos quedado sin

literatura desde hace treinta años

esperando a que le venga la afición.

O estará, me digo, poniendo en práctica el consejo que hace mucho le dio a un

joven escritor para "superar su crisis de creación" (y éste creía, dice, que "era

un problema de adjetivos y gerundios"): dejar de escribir un mes o mes y medio

(pero ¿cómo se mide el tiempo en el universo de Rulfo?), comer bien, sin

exceso, acostarse y levantarse temprano,

y él ya sin necesidad de escribir porque, al revés de un personaje suyo, "lleva

andado más de lo caminado".

Ahora he vuelto una vez más a oír la lluvia que cae de sus renglones como

llueve en mi páramo distantemente ecuatoriano

y nuevamente le agradezco que haya nacido y siga existiendo como si su

existencia justificara la mía y su silencio mi pereza.

Pero hace mucho que no voy a un congreso ("Los congresos no sirven de

nada..., solo para volver a ver a los amigos"),

hace mucho que Juancito Caminador no ha venido a llamar a la puerta de París

con cigarrillos mexicanos o tequila para los sedentarios gustosos o

involuntarios

y hace diez años que no voy a México.

Quiero decir entonces que hay ganas, necesidad, urgencia* de volver a ver

pronto al Juan Grave, al Juan Torvo, al Juan Hosco de que hablan quienes lo

han mirado solo de lejos (o con el desencanto de Sara Facio y Alicia D'Amico

que en una semana jamás pudieron retratarle ni siquiera con teleobjetivo,

mientras otros se cambiaban de camisa

y de sonrisa antes de cada disparo de las fotógrafas frustradas),

ganas de verlo sonreír desde adentro y de abrazar desde arriba, desde la altura

de quien encuentra por azar al hermano pródigo o le busca para darle el

pésame por la muerte del padre,

aunque tras el humo y las palabras de la noche Juan Fugaz se nos vaya,

deslizándose, pegado a la paredes,

y dejándonos hasta la próxima vez la dolorosa impresión de que la amistad

tampoco basta

para arrancarle la costra de las dentelladas que le fue dando la vida.


Escrito por Jorge Enrique Adoum en 1985 y publicado en “Cementerio Personal”

dilluns, 20 de juliol del 2009

Un dia en la vida de Ivan Densovich

19 º tertúlia 14/07/2009

Sempre es el primer dimarts de mes però la Teresa ha demanat per aplaçar-la el següent dimarts que es dia 14 de juliol

Un dia en la vida de Ivan Densovich de Solzhenitsyn.

Editorial tusquets ,“Andanzas” de Tusquets Editores 2008 preu 16 euros 224 pàg. traducció Enrique Fernández Vernet 1º edició

El llibre explica un dia de la vida d´ell que et fa posar la pell de gallina , literalment es un dia en un camp de treball soviètic, condemnat per traïció, un delita que no va cometre,va viure en un camp especial de la ciutat Ekibastuz, en Kazajistán, 6 anys ( 1950-1956)que es quan es gesta la novel-la , va ser publicada 1962 en part gracies a la denuncia del stalinisme per nikita kruschev.

Es llegir amb molta pena per tot el que passaven els condemnats que eren molts en un dia en el camp de concentració,Sobreviure en un gulag en les condicions mes precàries, es la llita que han de afrontar dia a dia els presoners .

la prosa de Solzhenitsyn es senzilla sense adjectius que sobrin ,però descriu amb subtilesa les condicions de vida d'aquest homes i les condicions duríssimes que pot aguantar el ser humà

El fi del càstig no preocupa perquè porten tan de temps que la seva preocupació es simplifica a viure amb dignitat . Tots els comentaris dels tertulians que han acabat i llegit el llibre han sigut d'elogis un cant molt bonic i terrible a l´integritat del home a l'immensa capacitat de seguir a la vida en les condicions mes penoses i adverses, Shukov conserva la seva dignitat en petits detalls como abstenir-se de llepar el plat de l'altre o treure el gorro ceremoniosament per dinar

Dels que formen la tertúlia no tots han acabat el llibre, a la tertúlia anterior la Montse va determinar llegir-lo i no ha tingut molt èxit.

Ni ella ha pogut acabar-lo.

De totes maneres es aquesta edició la primera vegada que es tradueix al castellà directament del rus , veure el pròleg que el traductor , enique fernandes vernet

Alexandr Solzhenitsyn es conegut per la seva obra Archipilago Gulag, en la que ens explica també la vida en els camps de treball rusos.

Aquesta novel-la va fer furor en la dècada dels 70 i ara es una manera de tornar en el tema amb una forma de narrar lleugera i a la vegada profunda

Pròxim llibre Pedro Paramo de Juan Rulfo

Editorial anagrama 5.5 euros 122 pagines

Alexandr Solzhenitsyn, en el seu discurs al rebre el Nobel de Literatura en 1970,va dir que per l'escriptor contemporani «no es natural quedar-se atrás, perder la fe en el compromiso del bien, en la indivisibilidad de la verdad y sólo dar al mundo sus amargas observaciones», es per aquest compromis que , Solzhenitzyn recrea en una excelent narració, basada en la seva experiencia, l´ indignant vida dels camps de treball forçat a Siberia de la Rusia stalinista.

dijous, 16 de juliol del 2009

CUENTOS de chèjov

Tertúlia literària 02 juny 2009

Cuentos de Antón Pávlovich Chéjov:
José Muñoz Millanes Antón Pávlovich Chéjov Título original:
Editorial: Pre-Textos
Año publicació: 2007

Quan ja portem unes quantes lectures i resums de les tertúlies em trobo que encara que tinc la lectura com una passió en Chejov es un autor en majúscules i un geni
Son 60 relats on utilitza tots els personatges de la vida on riuen pateixen canten ploren ,entres a la pell dels personatges
No vaig pòquer anar a la tertúlia del dia 2 de juny però la Montse Otzet va fer un petit resum dient que La tertúlia va anar bé i a tothom li va agradar molt el llibre.
Ella ve ser l'única que esperava una mica més, no en el que fa referència a l'escriptura, que segons ella es magnífica i recrea molt bé les atmosferes i personatges, sinó a les històries. Jo com ella haig de dir que tampoc havia llegit res de Chejov sols he vist les obres de teatre .
Els protagonistes d'aquest contes sembla que el seu futur ja estigui escrit , es troben frustrats de no pòquer canviar-lo darrera de cada historia hi ha patiment però també esperança
Els relats son tristos a vegades avorrits i depressius,comencen els seus relats , de cop, no es cap moralista sembla que la seva matèria prima sigui la realitat.

la propera tertúlia però ja donem per bó que serà el dia 7 de Juliol. 19 º
Llibre: Un dia en la vida de Ivan Denísovich de Solzhenitsyn.

dimecres, 8 de juliol del 2009

carod rovira en cuba

Los nacionalistas catalanes están mejorando mucho, como demostró Josep Lluis Carod Rovira en su viaje de estos días a La Habana. Aunque no están curados del todo, claro. Carod, por ejemplo, habló en catalán en la presentación en Casa de las Américas, porque, dijo, «me parece un gesto de enorme injusticia no hacerles escuchar a ustedes cómo suena, a miles de kilómetros de distancia, la lengua catalana». También hizo un recuento de todo lo que Cuba le debería a los catalanes. ¡Tremendo! Enumeró cuántos apellidos ilustres les debemos. Olvidó mencionar que también Valeriano Weyler i Nicolau llevaba apellido catalán, pero, bueno, tampoco iba a nombrarlos a todos.

Y en qué radica mi afirmación de que están mejorando, se preguntará alguno.

Pues, en que alardean de su presunta grandeza comme d’habitude, pero, al menos en La Habana, Carod Rovira no nos echó en cara ningún agravio. De hecho, se ufanó de los 300 catalanes que habían luchado por la independencia de Cuba –cifra que infló para evocar a los espartanos de las Termópilas– y ahí estuvo rozando la exposición del agravio, pero nada. Calladito. ¡Gracias, Josep!

Gracias por no echarnos en cara que mientras esos 300 catalanes luchaban en las tropas mambisas, los catalanes se dejaron 3.803 muertos en la guerra de 1895-98. Luchando por España. Por la Corona. Por la permanencia del régimen colonial.

Según el recuento del historiador Raúl Izquierdo, los muertos catalanes fueron 1.090 de Barcelona, 746 de Gerona, 705 de Lérida y 533 de Tarragona. En conjunto, un 60 % de los catalanes enviados a pelear en Cuba se dejaron la vida y el bueno de Carod se lo calló y pasó de exigirnos que pidiéramos perdón por tanto catalán muerto por la Cuba española.

Por cierto, de entre los que volvieron con vida después de la guerra, fue especialmente bien recibido cierto Manuel Bringué i Sanfeliu, a quien el alcalde de Barcelona premió con un reloj de oro por haber participado en la escaramuza que acabó con la vida de Antonio Maceo. Tampoco de él se dijo palabra.

Lo dicho: mejoran a ojos vistas: sólo tienen palabras bonitas.
Jorge Ferrer. Escritor y traductor. Escribe desde Barcelona, España
Publicado en: El Tono de la Voz | Actualizado 08/07/2009 16:05

dimecres, 1 de juliol del 2009

tertúlia literària 02 juny 2009 18º tertúlia

Cuentos

Cuentos de Antón Pávlovich Chéjov: TRADUCTOR José Muñoz Millanes

Editorial: Pre-Textos

Año publicación: 2007

Quan ja portem unes quantes lectures i resums de les tertúlies em trobo que encara que tinc la lectura com una passió en Chejov es un autor en maiuscules i un geni

Son 60 relats on utilitza tots els personatjes de la vida on riuen pateixen canten ploren ,entres a la pell dels personatges

No vaig poguer anar a la tertulia del dia 2 de juny pero la Montse Otzet va fer un petit resum dient que La tertúlia va anar bé i a tothom li va agradar molt el llibre.

Ella ve ser l'única que esperava una mica més, no en el que fa referència a l'escriptura, que segons ella es magnífica i recrea molt bé les atmosferes i personatges, sinó a les històries. Jo com ella haig de dir que tampoc havia llegit res de Chejov sols he vist les obres de teatre .

Els protagonistes d´aquest contes sembla que el seu futur ja estigui escrit , es troben fustrats de no poguer canviar-lo derrera de cada historia hi ha patiment pero tambe esperança

Els relats son tristos a vegades aburrits i depresius,començen els seus relats , de cop, no es cap moralista sembla que la seva materia prima sigui la realitat.

La propera tertúlia però ja donem per bó que serà el dia 7 de Juliol.

19 º TERTULIA amb el llibre :

LLibre: Un dia en la vida de Ivan Denísovich de Solzhenitsyn.